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El compromiso es de todos

Por: Banxico Educa

14/08/2023

Aunque no nos indique qué elegir, la vida está llena de opciones. Cualquier agente económico, ya sea consciente o inconscientemente, trátese de personas, familias, empresas o el propio gobierno toma a cada instante, decisiones.

Decidir requiere de un esfuerzo mental, en mayor o menor medida. Si ponemos a trabajar a nuestra cabeza y nos apegamos al razonamiento económico, sopesaremos los pros y los contras de cada alternativa, distinguiremos, claramente, entre deseos y necesidades, así como responderemos a los incentivos y los desincentivos. No obstante, para ahorrar energía nuestro cerebro toma atajos, acatamos recomendaciones de expertos, seguimos la tendencia grupal o hasta aplicamos otras tácticas de elección, como el infantil “de tin marin de do pingüé”.

Independientemente de si nos tomamos el tiempo para adoptar una decisión o “nos echamos un volado”, solemos considerar sólo un punto de vista fundamental, el de nosotros mismos, a pesar de que cada decisión tenga impacto, positivo o negativo, sobre nuestro entorno, desde personas, animales, plantas o hasta sobre el mismo planeta.

Para llegar a algún destino en particular, nos enfrentamos a la alternativa entre caminar o tomar un transporte, ya sea privado o público. Pocas veces pensamos en el volumen total de gases de efecto invernadero que produce el uso de un vehículo de combustión interna, o sea la huella de carbón.

Para una familia, el decidir entre tener hijos o no depende solamente de la edad, el ingreso, el nivel de educación, entre otros determinantes. Es poco común que las parejas consideren que la explosión demográfica somete al ecosistema a una gran presión. Para un gobierno, las obras públicas pueden estar, únicamente, determinadas por factores de aprobación inmediata frente al electorado, sin tomar en cuenta los beneficios para la sociedad en el largo plazo.

El avance o retroceso de una sociedad, o bien la mejora o deterioro ambiental son el resultado de múltiples factores, entre otros, nuestra propia participación, ya sea como personas, familias, empresas o gobiernos. En alguna medida y a la larga, es significativamente considerable y su impacto puede distribuirse, caprichosamente, a través del tiempo.

La brecha entre los intereses individuales y colectivos no se cierra “mágicamente”, ni la resuelven los mercados. Académicamente, es catalogado este fenómeno como una falla de mercado. Por ello, es necesaria la intervención tanto de personas como familias, corporaciones y gobiernos. Lo ideal es incorporar en el proceso de toma de decisiones no sólo los factores individuales, sino también los colectivos. Eso es lo que podríamos definir como autogobierno para las personas comunes y “buen gobierno” o gobernanza en las organizaciones.

¿Qué es necesario para que tomemos en cuenta el beneficio o costo para la sociedad dentro nuestras decisiones? La respuesta son los compromisos abiertos, la conciencia social o ambiental de individuos u hogares. Para las empresas son las políticas en línea con la comunidad y en el de los gobiernos son leyes o acuerdos con otros gobiernos u organizaciones internacionales.

Incorporar “a raja tabla“ dichos compromisos sociales y ambientales en una empresa o en un país puede resultar inviable económicamente. Por ello, es indispensable el uso de prácticas que no sólo protejan a la sociedad o al medio ambiente, sino que también brinden las condiciones para aumentar las posibilidades de desarrollo. Esto es lo que se conoce como economía sostenible.

La iniciativa privada, en los últimos años, tanto empresas financieras como no financieras, han adoptado, además, políticas de responsabilidad social y ambiental, así como de gobierno corporativo para transitar a una economía sostenible.

A su vez, y con el mismo fin, los gobiernos emiten leyes, gestionan el buen gobierno en sus empresas públicas y aplican las medidas definidas en su Estrategia Nacional de Desarrollo (END), buscando cumplir los objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

Por mandato constitucional, el Banco de México como banco central de nuestro país busca mantener la estabilidad de precios como prioridad, es decir un nivel de inflación bajo y estable. Además, el Instituto Central persigue que el sistema financiero sea capaz de adaptarse a los cambios económicos y asegurar su tarea principal que es la intermediación financiera, tarea que se conoce como estabilidad financiera. Por compromiso, el Banco Central rinde cuentas y transparenta su quehacer más allá de lo que le indica la ley y aplica las mejores prácticas en su máximo órgano de decisión que es la Junta de Gobierno de Banco de México, entre otras medidas.

Para los bancos centrales es de vital importancia transitar hacia una economía sostenible porque el cambio social o ambiental puede representar una fuente de inestabilidad abrupta y difícil de predecir que puede amenazar su propia razón de ser.

Un buen gobierno, la atención de problemas sociales y la protección ambiental pueden generar un escenario favorable para que los bancos centrales contribuyan a crear y mantener, permanentemente, las condiciones necesarias para una mayor calidad de vida de la población.